Uchpa hizo vibrar el Congreso con rock en quechua
- Maricielo Aguilar
- 12 jun
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Por Maricielo Aguilar
12 de junio

Todavía tengo en los oídos el eco de las guitarras distorsionadas, y en el pecho, esa sensación de vértigo que sólo provoca la música cuando te sacude desde lo más profundo. Estar ahí, viendo a Uchpa tocar en quechua en pleno Congreso de la República, no fue solo un espectáculo. Fue un acto de afirmación. Una especie de declaración cultural que decía, sin palabras, que el pasado no está muerto… está amplificado.
He seguido a Uchpa desde hace años. Conozco su energía, su estilo, su rebeldía. Pero verlos en un espacio institucional, como el Auditorio Sánchez Carrión, me hizo entender que algo grande estaba pasando. Era el Día de la Canción Andina, sí, pero aquello no sonó a celebración folclórica tradicional. Sonó a reivindicación, a protesta armónica, a una mezcla de identidad e insolencia que solo puede lograrse cuando la fusión musical no se hace para gustar, sino para decir algo.
Y eso es justamente lo que más valoro de la música fusión: su capacidad de romper etiquetas sin traicionar sus raíces. Uchpa no intenta suavizar el quechua para que encaje en los formatos comerciales. Lo canta con fuerza, lo escupe, lo grita. Lo hace sonar a blues, a heavy, a tierra mojada, a montaña, a memoria. Y lo hace con un respeto absoluto por cada elemento cultural que incorpora, desde la danza de tijeras hasta el silencio entre canción y canción.
Ver al Congreso escuchar esa potencia fue un momento casi cinematográfico. Una banda que canta en una lengua originaria, con riffs de rock pesado, en el mismo lugar donde muchas veces se han ignorado, silenciado o subestimado las culturas indígenas. Ese contraste fue brutal. Y necesario. Porque recordarnos que la cultura no solo habita en museos o libros antiguos, sino que late, suena, grita y baila, es urgente.
Salí de ese concierto con una certeza renovada: la música fusión es resistencia y es futuro. No es un simple recurso estético, es una herramienta poderosa para que lenguas como el quechua se mantengan vivas y, más aún, evolucionen. Y Uchpa nos lo dejó claro una vez más: lo ancestral no es débil, es feroz. Y cuando se electrifica, puede hacer temblar incluso los muros más fríos del poder.
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